Frankenstein: la base científica detrás de un clásico de la ciencia ficción

por Juan José Farías
Cuando se habla de los inicios de la ciencia ficción, a menudo se menciona a Julio Verne y H G Wells como sus «padres», pero si tuviésemos que mencionar a una «madre» esta sería sin lugar a dudas Mary Shelley. Y es que su novela Frankenstein o el moderno Prometeo (que dicho sea de paso es anterior a los escritos de los autores antes mencionados), aunque haya trascendido como parte del acervo del terror, tiene al menos un elemento clave de la mejor literatura fantástica: extrapola sus ideas a partir de los conocimientos científicos de la época en la que fue escrita.
MERECIDO RECONOCIMIENTO
El año pasado se publicó en Inglaterra (tierra natal de la autora) The Science of Life and Death in Frankenstein (La ciencia de la vida y la muerte en Frankenstein), de Sharon Ruston. En declaraciones al diario británico The Sun, Ruston explica que “Frankenstein demuestra lo que sabía de los consejos dados por los médicos para la recuperación de personas ahogadas, ahorcadas o estranguladas y explora la base científica contemporánea detrás de la idea de Victor Frankenstein de que la vida y la muerte eran simplemente “límites ideales” que él podía transgredir en la creación de la criatura.”

En su libro, la escritora cita algunas de las posibles fuentes de inspiración para la novela de Shelley. Por ejemplo, los experimentos realizados por Karl August Weinhold en 1817 (un año antes de que se publicara la novela) tal como este los describe en Experimentos sobre la Vida y sus fuerzas primarias a través del uso de la fisiología experimental. Presuntamente, el científico (que ya en su época era bastante cuestionado) habría decapitado a un gatito de 3 semanas, extrayéndole luego la médula espinal. Posteriormente, limpió el orificio resultante y lo rellenó con una amalgama de cinc y plata que según este médico alemán habría actuado a modo de batería, generando una corriente eléctrica que consiguió devolverle la vida al felino, aunque por muy corto tiempo. En sus palabras: «El animal saltó con ímpetu hasta que al final se derrumbó». Claro está que los supuestos resultados del experimento de Weinhold son como mínimo dudosos.
Otro científico de la época que podría haberle dado ideas a Mary Shelley fue el físico italiano Giovanni Aldini, quién explorando las aplicaciones médicas del galvanismo realizó múltiples demostraciones públicas en las que hacía circular electricidad a través de un cadáver y habría logrado que este «se sentara e incluso abriera los ojos». Uno de los más famosos de esos experimentos/espectáculos teatrales es el intento de revivir a George Forster, un joven de 26 años que fue ejecutado por asesinar a su esposa e hijo en Newgate, Londres. Según Ruston, las reacciones del Dr. Victor Frankenstein al despertar de su criatura se parecen mucho a las de Aldini durante este último experimento.
A través de imágenes del manuscrito, retratos, instrumentos médicos y diagramas contemporáneos, la autora va demostrando como la novela de Shelley está impregnada del pensamiento científico y médico de esa época en la que tanto científicos «serios» como charlatanes exploraban la frontera entre la vida y la muerte.