Qué es el autismo

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Los trastornos del espectro autista (TEA) se encuadran dentro de los trastornos del neurodesarrollo y se caracterizan por las alteraciones relacionadas con la comunicación y la interacción social, así como por presentar intereses fijos y conductas repetitivas.

Hace unos años se diferenciaban distintos tipos de autismo, pero ahora se tiende a considerarlos en su conjunto y distinguirlos en función de su gravedad y de las habilidades a las que afectan. Partiendo de esa base, tal y como explica José Ángel Alda, jefe de Sección de Psiquiatría Infanto-Juvenil del Hospital Sant Joan de Déu, de Barcelona, “lo que se valora es, sobre todo, si hay discapacidad intelectual porque muchas personas con TEA tienen problemas en este área”.

También se evalúa si existen problemas del lenguaje y si hay una afección médica asociada. Alda reconoce, no obstante, que en muchos casos se sigue hablando de síndrome de Asperger para referirse a aquellas personas con TEA “con nivel intelectual alto”, pero con rasgos distintivos como una escasa interacción social con los iguales.

Prevención
Debido al desconocimiento de las causas del autismo, en la actualidad es virtualmente imposible prevenir su aparición. No obstante, un diagnóstico precoz, tener conocimiento de la enfermedad y, sobre todo, un entorno familiar comprometido con el problema, contando con la ayuda de los profesionales adecuados, puede contribuir de forma muy significativa al bienestar de las personas con TEA.

Tipos
En consonancia con el manual de diagnóstico de los trastornos mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría, el DSM-5, en la actualidad se tiende a abandonar la clasificación de los TEA en síndrome de Rett, síndrome de Asperger,trastorno desintegrado infantil o síndrome de Heller y trastorno generalizado del desarrollo no especificado.

Esas etiquetas o subgrupos no encajaban con la consideración del autismo como un continuum o espectro, en el que no siempre se pueden separar, por ejemplo, los síntomas sociales de los de comunicación, ya que se superponen.

Diagnóstico
Los TEA pueden ser difíciles de diagnosticar, porque no existen pruebas médicas, como los análisis de sangre, que ayuden a confirmar estos trastornos. Para hacer un diagnóstico, los profesionales evalúan aspectos como la conducta del niño y su desarrollo.

A veces se pueden detectar a los 18 meses o antes. Hacia los dos años de edad, el diagnóstico que haga un especialista se puede considerar bastante fiable. Sin embargo, muchos niños no reciben un diagnóstico definitivo sino hasta que tienen más edad y no son pocos los casos en los que el problema se detecta en la edad adulta. Cuando hay discapacidad intelectual asociada se suele detectar antes el trastorno.


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